Don Giussepe Melcachini fue uno de los tantos inmigrantes que llegaron de Europa a nuestro país huyendo de las adversidades y nos ayudaron con su esfuerzo a forjar la Patria que hoy tenemos. También a ellos y a sus genes les debemos tantas argentinas hermosas de ojos celestes.
Don Giussepe era “constructore” y de los buenos. En poco tiempo forjó una interesante fortuna. Pero a la vejez, tanto trabajo le cobró su precio. Quedó inmovilizado en una silla de ruedas. Cuando la televisión llegó al pueblo (por entonces en blanco y negro), era el único que poseía un aparato “de primera marca”. Osco y solitario, eran muy pocos los privilegiados que compartían sus largas horas frente al televisor. Por esa época, el mundo se convulsionó con una noticia que resultaba fantástica: los Estados Unidos anunciaban que una nave tripulada por hombres intentaría posarse en la luna. Y que para más, el alunizaje iba a ser transmitido en directo. El pueblo se conmovió y nadie quería perderse este hecho histórico. ¿Pero como ver semejante acontecimiento si había un solo televisor en el pueblo? Los mas osados no dudaron. Entrevistaron a Don Giussepe y le rogaron que sacara el televisor a la vereda. Después de evaluar los riesgos de semejante rogativa, accedió de mal gusto. Y llegó el día esperado, el 20 de julio de 1969. Como si retiraran una caja de fino cristal, los mas responsables y voluntariosos sacaron el aparato y lo colocaron en la vereda bajo una planta de naranjos. Para que no quedaran dudas de su autoridad y pertenencia, Don Giusepe se acomodó a un metro de la pantalla. Detrás de él y en nutridas filas, todos los vecinos del barrio y otros que se iban enterando del acontecimiento. Se percibía emoción y expectativa. Al final el gran momento. En el marco de un silencio conmovedor, cientos de ojos curiosos pudieron ver como la nave se posaba sobre la superficie lunar. Luego, al astronauta Neil Amstrong dar curiosos saltitos que dejaban por primera vez la huella de un hombre en la Luna. Pese a las dificultades del audio se escuchó la voz del astronauta cuando dijo “Este es un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad”. La emoción se había adueñado de todos y el silencio era total. A tal punto que se escuchaba el zumbar de las abejas sobre los naranjos florecidos. Algunos querían disimular su emoción pero las lágrimas los delataban. Solo Don Giussepe rompió el hechizo con una sentencia demoledora. Mas preocupado que emocionado, grito con toda su voz: “Gringos de mierda, van a joder y joder hasta que nos tiren la luna a la mierda”. Solo la gratitud por el gesto del televisor impidió que la turba lo linchara.
Ramón Recalde.
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